Reflexión sobre 6 actitudes que tienen hartos a los profesores en el aula

Hace poco me compartieron  una columna publicada en un diario colombiano titulada «Seis actitudes que tienen hartos a los profesores en el aula» [1], un estudio realizado a profesores universitarios chilenos. Esta lectura deja entrever que no solo es aplicable al contexto universitario sino también al escolar, a partir de la cual quise hacer una reflexión desde mi experiencia en la educación básica y media. Está dividida en los factores que considero intervienen en los aspectos mencionados en la columna, aclarando que ante todo existe la excepción.

1. La cultura colombiana: no podemos dejar de lado el principal factor que de hecho afecta a los demás. Nuestra cultura basada en: dejar todo para último momento, impuntualidad, pedagogía del premio-castigo, poco -o casi nulo- respeto hacia el otro y hacia la norma -o pautas básicas de convivencia-, prioridad del «yo» antes del «nosotros» en relación al bienestar, consumismo y por lo tanto uso desmedido o inadecuado de productos, inequidad, entre otros. Todas estas características negativas de nuestra cultura forman parte de nuestra cotidianidad y de lo que algunos toman como ejemplo y base para su forma de actuar. No hay suficiente reflexión al respecto.

2. La educación desde casa: teniendo en cuenta que el anterior factor afecta a este, desde la familia se empieza a moldear, de cierta forma, el comportamiento de nuestros estudiantes. Se puede observar de manera general la pedagogía del premio-castigo; la tolerancia de actitudes equivocadas que son «recompensadas» a pesar de; la desorientación -en algunos casos por desconocimiento- sobre el uso adecuado de productos tecnológicos; la presión por obtener «buenas notas» en el colegio y de acuerdo a esto ser recompensados o castigados sin importar el desempeño durante el proceso educativo; el afán de «pasar todo» sin importar cómo -se han tenido casos de familias que piden pasar a sus hijos, que les hacen los trabajos, o que los justifican pro sus faltas-; y finalmente, la intervención e intimidación de parte de las familias para obtener lo que quieren.

3. La educación desde la escuela: Ya que aquí se hace más complejo el asunto, enfatizaré en los aspectos mencionados en el texto de refencia.

    • La ley del mínimo esfuerzo: si en casa no se ha educado sobre la importancia de hacer las cosas por los beneficios que estas conllevan, sino por el resultado crudo de la nota/premio/castigo; si tampoco se ha educado en hacer las cosas con el suficiente esfuerzo, dedicación y honestidad; y si desde la escuela no se ha exigido en la misma forma -como institución y no segmentado de acuerdo a consideraciones personales-, de tal manera que los estudiantes tengan suficiente claridad sobre cómo deben hacerlo y por qué, no podemos esperar más del mínimo esfuerzo por parte de ellos. Seguramente desde algunas asignaturas se exige un nivel de calidad de contenido y forma, pero tal vez desde otras se admite presentarlo bajo requerimientos mínimos, conllevando a que el estudiante trabaje, no por formación, sino dependiendo de a quién se le presenta. Aquí también debe tenerse en cuenta que, si desde nuestra parte tampoco estamos siendo exigentes con nuestro trabajo, sino que llegamos a clase con temas o actividades improvisadas, poco preparadas o sin material, no estamos siendo muy equitativos frente a lo que esperamos de ellos.
    • Miran para otro lado: esto, considero, va aunado a lo anterior. Si se están exigiendo apenas en lo mínimo, no se puede esperar que su participación sea muy activa en clase. A esto también habría que mirarlo desde otra persepectiva y preguntarse ¿por qué no participan? No solamente es porque no hayan preparado la actividad asignada, tal vez puede ser porque no tienen la suficiente seguridad para hacerlo, o porque su fuerte no está en la participación en público y necesitan otro tipo de estrategia y apoyo, o porque no les llama la atención el tema, o simplemente porque no entendieron. Cosas tan sencillas que a veces podemos estar pasando por alto.
    • El móvil es más importante: seguramente no es que sea más importante, sino más llamativo. Aquí hay dos aspectos que analizar. Por un lado, si el móvil le está desviando la atención al estudiante en clase, deberíamos evaluar qué tan interesante es el tema para ellos -no siempre tiene por que llamarles la atención-; qué tan bien preparado está el tema y qué tipo de recursos estoy usando en clase de tal manera que esté teniendo en cuenta lso estilos de aprendizaje de los estudiantes; y finalmente, qué tanto nivel de participación le estoy dando a los estudiantes en la clase, no puede tratarse solo de una presentación magistral. Por otro lado, ¿será que dentro de los aspectos relevantes en la educación se ha tenido en cuenta el uso adecuado y eficiente de estos productos tecnológicos? ¿O simplemente estoy esperando tener en clase personas altamente formadas al respecto? Y ya hemos visto que esto no es responsabilidad solo de la escuela, sino de la familia y de nuestro contexto colombiano. Además, estamos inmersos en una cultura en la que las TIC están teniendo cada vez más cabida y es casi imposible pasarlas por alto.
    • Impuntuales y comelones: la impuntualidad está sencillamente basada principalmente en la educación desde casa e intervención de las características propias de nuestra cultura, nuevamente. Por supuesto también tiene que ver la puntualidad en nuestro propio ejercicio docente. Si como adultos aún no estamos lo suficientemente formados en torno a la puntualidad -no solo con la llegada a un lugar, sino con el comienzo y finalización de alguna actividad, con la entrega de trabajos, entre otros aspectos-, muy difícilmente podremos ver a nuestros estudiantes llegar a tiempo a clase o entregar un trabajo en el día y hora pactados. De nuestra parte como docentes, la exigencia en la puntualidad debe ser permanente y en ambos sentidos, estudiante-docente. De parte de la familia, la puntualidad parte desde el momento en que llegan tarde al colegio por dificultades para salir de casa a tiempo.

Respecto al consumo de alimentos en clase, hay varios factores que debemos tener en cuenta sobre la formación en hábitos saludables. Por ejemplo, si al comenzar la jornada -en este caso en la mañana- tenemos estudiantes que ya están comiendo, en algunos casos lamentablemente es porque no han desayunado, ya sea por descuido de la familia o  del mismo estudiante (salir tarde); o también puede ser porque desayunan muy temprano y simplemente les da hambre -estamos hablando de desayunos a las 4.30 a.m.-. Otros casos pueden ser por simples hábitos inadecuados que de parte y parte -familia y colegio- hemos permitido en algún momento y que a los estudiantes les resulta más difícil de controlar.  Esto sumado al fácil acceso a los alimentos -si así se les puede llamar a los dulces y paquetes que mayormente consumen- que tienen durante el día. En definitiva, es un esfuerzo en formación en hábitos alimenticios que nos corresponde a todos.

    • «Súbame la nota»: no hay nada más desalentador que escuchar a un estudiante que no se ha esforzado lo suficiente en la clase decir esta frase, excepto cuando son sus padres los que la dicen por este, eso sí es desalentador. La nota, la eterna piedra en el zapato que impide centrarse en el verdadero aprendizaje, toma más importancia y hace que se llegue a límites a veces inexplicables. No es solo la intención individual del estudiante por obtener algo mejor sin esfuerzos, sino la presión social de su mismo contexto educativo, y la presión de su familia que solo ve como éxito un registro de notas «Alto» o «Superior», sin importar nada más.

Indudablemente no podemos negar el sistema educativo que tenemos en Colombia y obviarlo en nuestra escuela, proque dependemos de este, porque existe un ICFES y un exámen para ingresar a la universidad. Sin embargo, tal vez podamos, entre todos, generar estrategias que permitan centrarse realmente en el proceso, en los avances y en las dificultades, más que en un resultado evidenciado en una letra o un número.

Si desde nuestra labor docente, desde un principio estamos enfocándolos en obtener tal nota, en que si presenta esto o aquello se «gana» un Superior, que si hace esto le pongo un Bajo, que el resultado de su exámen fue Básico, entre otros ejemplos, estamos perdiendo también el enfoque en el trabajo y evaluación por procesos. Entregar un trabajo o exámen sin retroalimentación y esperar que el estudiante mejore y piense en su proceso más que en su nota, tampoco permite avanzar mucho en este sentido.

    • «No alcancé a leerlo»: tiene dos posibles razones. La primera, y que está relacionada con «la ley del mínimo esfuerzo», puede ser porque no quisieron leerla, por irresponsabilidad, pereza o por dejar todo para último momento, aspectos que seguramente tienen que ver con lo que ya se ha mencionado en cuanto a la educación de base en casa y escuela. Pero también puede ser porque no le ven el sentido o la aplicación a dicha lectura, frente a lo cual valdría la pena preguntarse si dichas lecturas o actividades son realmente relevantes para el tema tratado, están actualizadas y contextualizadas aportando al desarrollo de sus desempeños, o simplemente se asignan por tratar de complementar un tema, ponerlos a hacer algo o dejarles más trabajo porque entre más, mejor. A veces, y más en esta época, es fundamental que ellos sepan el por qué y el para qué de las actividades, aunque a veces nos pueda resultar obvio a nosotros. Adicionalmente, estas actividades deben tener en cuenta un tiempo suficiente para desarrollarlas, un nivel de acuerdo a sus capacidades y un adecuado análisis y retroalimentación en clase.

La segunda razón puede ser que realmente no tuvieron tiempo. Aunque para nosotros a veces sea inconcebible que un estudiante no tenga tiempo para sus deberes académicos, en ocasiones pasamos por alto algunos factores. Por ejemplo el acompañamiento en casa, situación que a veces ni siquiera se da porque sus padres no se encuentran en casa, viven separados o no existe dicha responsabilidad. También puede ser por las actividades en las que se encuentra involucrado luego de la jornada escolar, ya sean de gusto propio o por obligaciones adicionales -cuidar de sus hermanos, quedarse en la oficina de sus padres hasta que acaben la jornada, cursos en los que los inscriben mientras sus padres se desocupan, entre otros-. Esto teniendo en cuenta también que seguramente no es la única actividad escolar asignada. Si nosotros terminamos agotados luego de nuestra jornada laboral -y académica-, y queremos llegar a casa a descansar, nosotros que se supone ya tenemos hábitos formados, imaginemos ellos que están en formación y que a veces no es tan sencillo como sentarse y leer sin más. Por supuesto, esto sin contar con que dispongan de un lugar adecuado para el estudio, tanto en espacio como en tranquilidad sin intervenciones de personas u otras distracciones.

Como dije inicialmente, es una reflexión desde lo personal y en sentido general, enfatizando en que debemos reafirmar nuestro compromiso como «comunidad» educativa en la que es importante que participemos todos. No es responsabilidad solo de una parte de la comunidad, sino que docentes, estudiantes, familias y directivos debemos buscar la estrategia que nos permita mejorar y apoyarnos, en vez de culparnos.

Todo es más sencillo para aquel que no lo vive.

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